El
desarrollo armónico, que aporta y mantiene la identidad personal, permite que
en la persona coincida el sexo cerebral y psicológico con el corporal. Pero
algunas personas se sienten del sexo opuesto al de su cuerpo.
No se trata
de enfermedades de estados intersexuales -con base orgánica-, sino
fundamentalmente de una distorsión psicológica, de un problema de
disconformidad de una persona bien formada con su propio sexo.
La ayuda a
una persona a resolver un conflicto sobre su identidad sexual debe ser global,
descartando primero trastornos biológicos y luego actuando sobre lo
psicológico.
Sin
embargo, en algunos casos se opta por cambiar el sexo genital y los caracteres sexuales
secundarios a través tratamientos físicos como intervenciones quirúrgicas y
tratamientos hormonales.
A menudo,
los pacientes que se someten a estos tratamientos siguen insatisfechos o
incluso se sienten peor.
¿Cómo
ayudar a las personas que no se identifican con su propio sexo? ¿Son las
intervenciones quirúrgicas y los tratamientos con hormonas la respuesta a su
problema?
Psicoterapia
mejor que operar
De acuerdo
con hipótesis como la del psicoanalista americano Robert Stoller, quien perfiló
la estructura clínica propia del transexualismo, la transexualidad se debe ante
todo a un medio que no ha permitido la estructuración de una personalidad
equilibrada.
También
pueden influir factores fisiológicos, como explica la catedrática en bioquímica Natalia
López-Moratalla en el artículo La identidad sexual: personas transexuales y con
trastornos del desarrollo gonadal.
La
terapeuta sexual Lourdes Illán afirma que estos trastornos deben tratarse con
la psicoterapia, ya que puede ayudar a superar las “alteraciones que arropan la
idea transexualista”, entre ellas los “sentimientos que provocaron la falta de
identificación psicosexual con el propio sexo, como son en muchas ocasiones el
desprecio del paciente al progenitor del mismo sexo y a la condición sexual de
su sexo en general, a la sexualidad propia de su sexo,…”.
Respecto a
las operaciones llamadas de “cambio de sexo”, las personas que se someten a
ellas pierden su capacidad de engendrar y de vivir un acto sexual completo
normal.
Por otra
parte, esas intervenciones quirúrgicas intervienen sobre partes del cuerpo
sanas, lo cual, según Illán “no es admisible desde un punto de vista ético,
introduce nuevas disonancias entre los varios componentes del sexo (entre el
sexo genético – gonádico, el sexo fenotípico y el sexo psíquico) y empeora el
estado psíquico del sujeto”.
En este
sentido, la Carta a los agentes sanitarios del año 1995 del Consejo Pontificio
para la Pastoral de los Agentes Sanitarios recuerda que “la vida humana es a la
vez e irreduciblemente corporal y espiritual” e indica que “el sentir y el
desear subjetivos no pueden dominar y desatender las determinaciones objetivas
corpóreas”.
El
documento eclesial señala también que “el agente de la salud no puede ignorar
la verdad corpórea de la persona y prestarse a satisfacer deseos, ya sea
subjetivamente manifestados, ya sea legalmente codificados, en contraposición
con la objetiva verdad de la vida”.
¿Niños
transexuales?
Pero
actualmente la ideología de género que separa la identidad sexual y el género
convence a muchas personas de que ser varón o mujer no está determinado
fundamentalmente por el sexo, sino por la cultura. A menudo prima la
indiferenciación sexual.
Este
contexto influye en la construcción que realizan los niños de la imagen ideal
de su propio sexo, que sobre todo depende del comportamiento de los adultos que
le rodean y de la relación que tenga con ellos, según Illán.
Por eso, la
terapeuta destaca la necesidad de trabajar para que los niños y niñas logren
sentirse bien con su propio cuerpo y todas aquellas características que
“marcan” la diferencia sexual a nivel intelectual, emocional y psicológico.
“Conseguirlo supone: ser feliz de mi “ser mujer” o… ser feliz de mi ‘ser
hombre’”, asegura la terapeuta.
En varios
artículos publicados hace algunos años en los números 106, 107 y 108 de la
revista Ciutat Nova, la experta identifica una serie de conductas que nos
pueden alertar sobre un posible Trastorno de Identidad Sexual (TIS) en los
niños
El intenso deseo – o la insistencia repetida –
de pertenecer al otro sexo.
El interés
por el travestismo y la tendencia a imitar actitudes femeninas.
La marcada
y obstinada preferencia por los roles del otro sexo en los juegos de
representación teatral.
El intenso deseo de participar en los juegos y
pasatiempos típicos del sexo opuesto.
Una marcada preferencia por compañeros de
juego del sexo opuesto.
En mucho casos, podemos observar que a nivel
familiar se da lo que los psicólogos han llamado la Relación Triádica Clásica, que consistiría: en la combinación de un
padre ausente o que mantiene una mala relación con la madre y con el hijo, una
madre superprotectora o que busca compensación a la falta de relación con el
padre apoyándose de forma exagerada en la relación con el hijo varón y un niño
muy sensible y emotivo.
En las
niñas destaca:
Frecuentar amistades masculinas, preferencia
por actividades deportivas y juegos masculinos
Negarse
a vestir atuendos femeninos, como faldas, querer llevar el pelo corto.
Y en los casos más serios negarse a orinar
sentada, haciéndolo siempre de pie y la fantasía de que con el tiempo le
crecerá el pene.
En la
adolescencia aparecerá un rechazo al desarrollo de los senos y por supuesto a
la menstruación.
La experta
constata que, “así como en el caso de los varones las actitudes afeminadas son
un elemento muy importante, que va a provocar el “etiquetado” y el rechazo por
parte de los compañeros varones… esto no ocurre de la misma manera en las
chicas etiquetadas como “marimacho”, no viven el rechazo tan sumamente doloroso
y generalmente estas niñas al llegar a la adolescencia se feminizan y no sufren
ni manifiestan ningún problema”.
Ante estas
situaciones, Illán propone varias actuaciones, especialmente dirigidas a
educadores de Educación Infantil y primer ciclo de Educación Primaria:
• Potenciar
que nuestros alumnos realicen un buen proceso de Identificación Psicosexual.
• No
potenciar, ni permitir “el etiquetado” por nuestra parte, por parte de sus
iguales, familiares u otros profesores.
• No
humillar, ni castigar jamás a un niño o niña por mostrar una conducta de este
tipo, pero tampoco potenciarla.
Cuando un
niño de forma reiterada tiene comportamientos típicos del otro sexo es
fundamental reforzar su condición masculina o femenina (según sea el caso). Los
comentarios sobre los mismos, deben hacerse sin ridiculizar, ni avergonzar,
distinguiendo la conducta de la persona. El Dr. Nicolosi sugiere una frase:
“¡Eh, que tú eres un chic@!”, dicho con un tono positivo, dando ánimo, como
quien dice: “Te estoy recordando quién eres y lo que eres es bueno”.
• Animar y
alentar al niño cada vez que muestre una conducta en la que se identifique con
“el modelo ideal” de su sexo.
• Facilitar
la formación e información a los padres para que no “dejen pasar el tiempo” sin
actuar, pensando que es algo gracioso o simplemente que su niño o niña “les ha
salido así” y “tienen que aceptarlo tal como es”, por supuesto que hay que
aceptar a los hijos tal como son… pero a veces esta “aceptación” se acerca más
a una postura de resignación pasiva que de ayuda y amor a ese niño. Esto ocurre
muchas veces por desconocimiento y por influencia de la ideología de género que
nos impregna tanto a nivel social como cultural y
• En los
casos más extremos, aconsejar la búsqueda de la ayuda de un profesional, que
tenga una visión integradora de la sexualidad.
PATRICIA
NAVAS