El problema
de las minorías étnicas
94. A este capítulo de las relaciones internacionales pertenece de
modo singular la tendencia política que desde el siglo XIX se ha ido generalizando
e imponiendo, por virtud de la cual los grupos étnicos
aspiran a ser dueños de si mismos y a constituir una sola nación. Y como esta aspiración, por
muchas causas, no siempre puede realizarse, resulta de ello la frecuente
presencia de minorías étnicas dentro de los
límites de una nación de raza
distinta, lo cual plantea problemas de extrema gravedad.
95. En esta
materia hay que afirmar claramente que todo cuanto se haga para reprimir la
vitalidad y el desarrollo de tales minorías étnicas viola gravemente los deberes de la justicia. Violación que resulta mucho más grave aún si esos criminales atentados van dirigidos al
aniquilamiento de la raza.
96.
Responde, por el contrario, y plenamente, a lo que la justicia demanda: que los
gobernantes se consagren a promover con eficacia los valores humanos de dichas minorías, especialmente en lo tocante a su lengua, cultura,
tradiciones, recursos e iniciativas económicas.
97. Hay que
advertir, sin embargo, que estas minorías étnicas, bien por la situación que tienen que soportar a disgusto, bien por la presión de los recuerdos históricos,
propenden muchas veces a exaltar más de lo
debido sus características
raciales propias, hasta el punto de anteponerlas a los valores comunes propios
de todos los hombres, como si el bien de la entera familia humana hubiese de
subordinarse al bien de una estirpe. Lo razonable, en cambio, es que tales
grupos étnicos
reconozcan también las
ventajas que su actual situación les
ofrece, ya que contribuye no poco a su perfeccionamiento humano el contacto
diario con los ciudadanos de una cultura distinta, cuyos valores propios puedan
ir así poco a poco asimilando. Esta asimilación solo podra lograrse cuando las minorias se decidan a participar amistosamente en los usos y
tradiciones de los pueblos que las circundan; pero no podrá alcanzarse si las minorías fomentan
los mutuos roces, que acarrean daños
innumerables y retrasan el progreso civil de las naciones.
Juan XXIII Papa
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