La corrupción, la individual y la colectiva, aquella que deja que ordene nuestras conciencias los intereses de empresas sin escrúpulos. Sabemos bien lo que está bien y está mal pero no nos gusta oírlo, y mucho menos trabajar para cambiar el rumbo que llevamos aun sabiendo que no hacerlo solo está provocando dolor innecesario, sufrimientos sin sentido.
Pero todo parece indicar que por acción u omisión queremos seguir caminando en una dirección que solo lleva a nuestra insatisfacción personal, a nuestros hijos a repetir con crudeza nuestros errores
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