A veces el ejercicio político de cara a la galería pública se parece
mucho al domador de los tigres de bengala. Cuando vas a verlo desde la grada
del circo te causan sensación y admiración, solos, encerrados con esa fiera tan
peligrosa como un tigre de bengala, que le discute la vida al domador, en cual
con un palo y un látigo la domina admirable mente ante los ojos atónitos del público.
Después te enteras que el tigre de bengala, no tenía dientes, le habían quitado
las uñas, antes de salir a la pista le han inyectado un tranquilizante y le han
dado de comer hasta la saciedad, así es normal la valentía del domador que
termina con la cabeza dentro de las fauces de la fiera
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