[...] Levántate, Señor, ¡enfréntate con ellos! ¡Hazles doblar las rodillas! Con tu espada, ponme a salvo del malvado; con tu poder, Señor, líbrame de ellos; ¡arrójalos de este mundo, que es su herencia en esta vida! Deja que ellos se llenen de riquezas, que sus hijos coman hasta que revienten, y que aún sobre para sus nietos. Pero yo, en verdad, quedaré satisfecho con mirarte cara a cara, ¡con verme ante ti cuando despierte!
Júzgame, oh Dios, y aboga mi causa: Líbrame de nación impía, del hombre de engaño e iniquidad.
ResponderEliminar[...] Levántate, Señor, ¡enfréntate con ellos!
ResponderEliminar¡Hazles doblar las rodillas!
Con tu espada, ponme a salvo del malvado;
con tu poder, Señor, líbrame de ellos;
¡arrójalos de este mundo,
que es su herencia en esta vida!
Deja que ellos se llenen de riquezas,
que sus hijos coman hasta que revienten,
y que aún sobre para sus nietos.
Pero yo, en verdad, quedaré satisfecho
con mirarte cara a cara,
¡con verme ante ti cuando despierte!